Todo está donde lo dejé:
Una celebración de mi disco pop de cuarentena
POR JUANA GIAIMO
FOTOS: Cortesía de LUCÍA TACCHETTI
El 4 de febrero fui a mi primer recital en vivo en más de un año. Sentada en el patio del Museo Sívori mientras Lucía Tacchetti tocaba con un atardecer de verano de fondo, no pude evitar emocionarme. Cómo pasaron los meses. Fuimos naturalizando salir a la calle y ver barbijos, no tocar a desconocidos ni siquiera por accidente ni ver a seres queridos para cuidarlos. También nos acostumbramos a no ir a recitales, algo claramente menor en medio de una pandemia, pero justamente nosotros siempre le dimos demasiada importancia a la música porque forma parte de cómo nos relacionamos con el mundo.
No sé si escribir en pasado o en presente, pero supongo que un recital es una gran celebración. Siempre me pongo nerviosa y llego una hora antes aunque sepa que seguramente va a empezar una hora más tarde del horario anunciado. Veo cómo se mueve la gente al lado mío y siento una conexión fugaz, por más que solo sea de transpiración compartida. Las luces acompañan la música y descubro cómo los artistas expresan con su cuerpo lo que cantan y tocan. Cuando termina el show, los oídos me quedan retumbando, la voz gastada de cantar a los gritos y todo el cuerpo con un cansancio emocionante.
Para mí, ir a un recital es muchas veces lo único que puede llenar un vacío adentro mío. Pero, como suele pasar, me di cuenta cuando no los tuve más. Apenas empezó la pandemia, caí en que los había empezado a dar por sentado. Muchas veces hasta me daba pereza ir a uno y prefería quedarme en mi casa.
También me pasó otra cosa cuando empezó la pandemia: dejé de escuchar pop, uno de mis géneros preferidos. Simplemente no tenía ganas de escuchar teclados y ritmos bailables mientras estaba encerrada. Hasta que llegó Eleté de Lu Tacchetti, el disco pop que necesitaba.
A lo largo de todo el tracklist los sintetizadores se expanden y crean paisajes sonoros que fluyen con tranquilidad. La voz de Lu está electrónicamente manipulada la mayor parte del tiempo, pero está lejos de ser distante. Al contrario, todavía se puede escuchar su calidez y vulnerabilidad. Eleté muestra cómo intentamos rescatar lo humano en la tecnología, una tensión con la que convivimos desde hace años, pero que durante la pandemia se intensificó.
En “Laberinto”, por ejemplo, los sintetizadores parecen ondas que vienen y vuelven, hasta que llega el coro con su melodía dulce y una letra cursi que, en unas pocas palabras, resume nuestras inseguridades: “Tú, siempre fuiste tú, confías más en mí de lo que puedo yo.” El disco también incluye un cover de “El Magnetismo” de El Mató a un Policía Motorizado. La versión original no llega a los dos minutos, pero ella, en cambio, va sumando capas sobre capas de loops. Así como la letra habla de estar juntos para protegerse, estas capas de sintetizadores arman un colchón suave para proteger a la melodía.
Verla en el escenario cantar estas canciones fue una de las mayores alegrías que me pasó en el último tiempo. La verdad es que estuvo lejos de esos recuerdos de recitales. Ya no había gente amontonada, cantando y gritando en la cara de otra persona. En cambio, entramos en tandas, cada uno tenía un lugar asignado y estaba prohibido sacarse el barbijo.
Cuando Lu cerró el recital con “Todo está donde lo dejé”, mi canción preferida del disco, ese fue el momento en el que lagrimée. La frase para mí tiene un doble sentido. Por un lado, representa la monotonía de la cuarentena, el perderse en la rutina, desorientarse en internet y hasta dentro de nuestra propia casa. Ahora que entramos en una nueva ola de contagios, es fácil sentirse todavía más desanimada. Pero, por otro lado, a medida que empiezo a reencontrarme con pequeños momentos de la vida pre-pandemia, descubro que, si bien muchas cosas cambiaron, mi emoción por la música revive y está donde la dejé.