Hailey Williams por Alejandra Costa Chávez

Rodearse de pétalos:
en defensa de la sensibilidad.

El año pasado, sin demasiado aviso, nos vimos obligados a quedarnos en casa. La cuarentena fue un continuum extraño que me empujó a enfrentar lo que siempre postergaba: yo misma. En medio de ese recorrido no buscado, salió un álbum que fue la banda sonora de ese loop interminable de existir en las mismas cuatros paredes: Petals for Armor de Hayley Williams.

 

Mi relación musical con Hayley tiene una larga historia que comienza en mi adolescencia cuando descubrí a su banda, Paramore. Las turbulencias emocionales de esos años tuvieron su correlato en las guitarras ensordecedoras de sus canciones y en el torrente imparable de la figura de Hayley. 

 

Faltaba mucho para que el feminismo viniera a ponerle palabras a mi experiencia con los roles de género. Hayley fue lo más cercano que encontré para verme reflejada en mi feminidad fallida y en mis contradicciones frente a lo que se esperaba de mí por haber sido asignada el rótulo “mujer” en mi nacimiento. Inmersa en un entorno masculino, ella representaba —con su potencia vocal, actitud poderosa en el escenario y looks alternativos—, otra posibilidad de explorar la experiencia femenina: se podía ser una mujer fuerte y atrincherarse detrás de un muro para protegerse de un afuera cargado de expectativas. 


Pero, cuando le di play al primer single de Petals for Armor, “Simmer”, me encontré con una sonoridad muy distinta a todo lo que había escuchado de ella antes: armonías y graves vocales, versos susurrados y sutiles, un pulso hipnótico. Es una canción que intenta retratar las contradicciones de la experiencia femenina del enojo —no hay lugar para dejarlo salir, aunque nos aceche. Con esta honestidad, la letra plantea el eje del disco, del cual toma su nombre: “Rodeate de pétalos, pétalos como una armadura”. Ahora, ser fuerte ya no es sinónimo de ser inquebrantable.

 

En este disco, Hayley asume sin tapujos una contradicción que a veces los feminismos no logran esbozar. Para ser fuertes, ¿hace falta endurecerse? La imagen de la mujer invencible puede ser un pilar en muchas circunstancias que nos ponen a prueba. Sin embargo, yo me pregunto: ¿es justo que la consecuencia de la fortaleza sea la imposibilidad de mostrar nuestras flaquezas? ¿Las emociones nos hacen débiles? 

 

Hayley nos dice que no y nos invita a recorrer un camino emocional diverso. En “Leave it alone”, ella canta: “La verdad es asesina/ pero puedo dejarla en paz” y menciona la enfermedad de su abuela, sus propios problemas con la depresión y la ansiedad, el miedo de perder a sus seres queridos. Mira de frente a las ambigüedades, sin levantar una fachada de fuerza imbatible. “Dead Horse” tiene referencias explícitas a su matrimonio fallido, a las infidelidades, a reconocerse como haber sido alguna vez “la otra mujer”. 

 

En “My friend” y “Why we ever”, aparece la temática de la amistad: cuando las cosas parecen más difíciles es cuando más necesitamos una mano y, paradójicamente, cuando más nos cuesta aceptarla o siquiera pedirla. Hacia el final del disco, en “Pure Love” y en “Taken”, Hayley se hace cargo de los miedos de su corazón roto pero esta vez con el aprendizaje de que, para poder sentir amor, hay que confiar y ser vulnerables.

 

Me encontré especialmente reflejada en una frase de la canción “Roses/Lotus/Violet/Iris”: “Puedo brotar desde la tierra y emerger suave y salvaje”. No es casualidad que sea la canción en la que su voz armoniza con las de Julien Baker, Lucy Dacus y Phoebe Bridgers. Ya no se trata de ser una mujer maravilla, que pelea sola frente a las desigualdades y las injusticias; ahora es posible apoyarse en otres y abrirse al mundo con el corazón en la mano. 


A lo largo de todo Petals for Amor, la suavidad y la libertad surgen como herramientas para enfrentar lo que duele. En medio de la incertidumbre de estos tiempos de pandemia, me emocionó reconocerme en el arte de Hayley. Como la primera vez que descubrí su música, sus canciones abrieron nuevas posibilidades de habitar mi identidad y mis luchas; y me recordaron que podemos ser vulnerables y decirle a todo aquello que nos lastima: no le tengo miedo a lo que siento.