Un gracias a Otro rosa
Por Flor Nerone
ILUSTRACIÓN DE VANE SAUCEDO
Soy fan de toda la obra de Lucas Martí y, aunque en breve se cumplen 20 años de la salida de Otro Rosa, mi disco nacional favorito, me parece llamativo que recién hace unas semanas vi por primera vez un artículo que sentí que hacía honor a lo que es el álbum. Es un disco muy particular y, si bien históricamente la idea de hablar de música siempre se sintió rara y hasta poco útil, quizás Otro Rosa lo pone todavía más en evidencia. Así que voy a hablar de Otro Rosa, de A-Tirador Láser.
Primero, quiero decir que me aburrí muy rápido de las celebraciones de aniversarios en la música. Es cierto que la industria como la conocemos es relativamente nueva entonces los aniversarios también, pero hoy en día ya pasa que todo se vuelve una efeméride constante, sin gracia, ¿o soy yo? Alguien dijo que hoy el rock es aniversarios y defunciones. Pasa en cualquier género pero es cierto que el rock tiende a la nostalgia, por una serie de motivos. Así que este es un casi-aniversario, una rareza como fue Otro rosa.
No creo que haya habido otro disco así en Argentina, perdón la exageración. Este (y sorpresivamente el disco siguiente de la misma banda) son los únicos discos que, desde que los escuché por primera vez cuando salieron, nunca los dejé de escuchar. ¿No es un montón? No me pasa con ninguna otra banda y eso que tengo mis años. Un análisis fácil sería decir que la composición de Martí en esa época era bastante compleja, de muchos temas por disco y con mucha información, ya sea en cuanto a melodías, rítmicas, texturas o producción, ¡pero a la vez eran temas muy poperos! Otro rosa es sensible y llorón, pero divertido, de esos discos que, si te gustan mucho, los podés escuchar sin parar y «siempre encontrás algo nuevo», y no solo por lo caleidoscópico en cuanto a la morfología de las canciones. En determinado momento, por ejemplo, empecé a escuchar en un track lo que para mí siempre fue una bolsa de nylon siendo frotada.
Tengo este recuerdo, al principio sentía que era mucha información, no lo entendía, me llevó un tiempo hasta que me gustó. Pero obvio, había ALGO que sí me gustaba, quizás era eso mismo de no entender, no lo podía encasillar fácilmente o comparar con otras cosas que hubiese escuchado. Quizás eso tuvo un efecto fuerte en mí. Eso de no poder decir “esto es como tal” me llevó a escuchar desde un lugar de mayor conexión, como si la experiencia musical hubiese sido más pura.
Para mí “Admiración” es la canción más rara del disco. La banda desde sus inicios continúa cierta tradición melódica cancionística nacional, obviamente tratando de torcer ese destino incluyendo influencias o intereses variados, pero acá se da una conjunción única: es un tema de ritmo sambado, con un puente entre secciones pero doble (dos voces que hacen dos melodías completamente distintas y a la vez), con una intro donde irrumpen voces habladas muy sucias, con distorsión, que de hecho se vuelven a meter un poco más adelante, sin sentido.
La letra podría haber sido escrita por un personaje que nunca vivió en la tierra, como un ángel teen, inmaculado. Dice: «vida es vida aquí, no hay temor al fin», «todo es seducción, amores, y no hay dolor» o «cada momento para con vos, para crecer, admiración». La coda del tema está cantada en portugués. Quizás sea el tema más raro de la banda en general, pero me gusta porque al oírla no se siente incomodidad, es solo una canción muy bella, y es esto lo que se repite a lo largo del disco y lo hace tan mágico. Podría decirse que es un pop experimental, pero en el que el experimento ya concluyó y salió bien, o bueno, tal vez otro pop.
¡Ahora me acuerdo que al comienzo incluso ponía el disco de atrás hacia adelante, manualmente, para disfrutar de los últimos temas con la atención y el oído frescos! Qué gracioso.
Hace un tiempo creí entender, por un video que subió Lucas sin anunciarlo mucho, un vídeo collage y sin narración, que parte de la composición tuvo que ver con una samplera, que muchas de esas capas como bichitos robot sonoros miniatura surgieron de trabajar con ella. Al revés de lo que podría pasar, lo que se generó fue un disco muy orgánico, donde todo el tiempo se siente un fluir musical muy lindo, que te sorprende y te invita a seguir escuchando y disfrutando, muy sexy, también. Casi como si el disco tuviese vida, como cuando conocés a alguien que te gusta mucho y no te aburrís porque, como vos, esa persona va cambiando a tu lado y entonces todo lo que brota de ahí es y se siente nuevo, solo que no es una persona y es un disco. Me parece que la música es esa compañía.
Otra cosa que me gusta mucho es que yo en particular no siento que, proyectando desde sus discos anteriores, se pueda adivinar un disco así, en eso lo siento ya casi milagroso, algo muy para mí de una vez en la historia. Habría que preguntarle a Lucas, ver entrevistas de la época, pero prefiero esto. La banda e invitadxs que se armaron para la grabación fueron perfectxs y también el después buscar otros rumbos para la banda. No es lo usual.
Pensaba si Otro rosa fue mi primer contacto con lo queer en la música. Hace poco le conté a un amigo que la primera banda que me gustó fue Aerosmith, que en ese momento estaba de moda con AC/DC, que la odiaba, y me dijo que tenía bastante sentido, que era al menos la que tenía más «energía femenina» de las dos (nota al paso, en ese momento no lo sabía pero soy trans). Un tiempito después, por El otro yo, me salí de lo mainstream y entré en la moda de lo alternativo, ponía para dormir el disco solista instrumental de María Fernanda Aldana. Claro que estaba Miranda! pero, por algún motivo, en ese momento no conecté de una manera tan personal.
Más allá del obvio «Yo sé muy bien que hay otro rosa, y sé también que hay otras cosas, y que las quiero probar», en Otro rosa… sobrevuela, no sé, quizás por lo metamórfico y colorido, una vibra muy andrógina, sin género o directamente maricona, que siempre amé. Es lo más difícil de explicar y suena a mucho pero es algo de lo que estoy segura, y me parece fundamental. De hecho, durante años pensé que en los créditos del disco, que son track por track, en uno que tiene un teclado movidito, decía «teclado maricón». Me encantaba, volví a revisar y casi, no es maricón sino «mimoso». Eso también me encanta, es un disco complejo y ambicioso que no se toma 100% en serio a sí mismo. También tengo la teoría de que en Briatan, su disco anterior, A-Tirador hizo drag por primera vez. Quizás lo explique en otra ocasión, de todas formas en ese entonces yo todavía no los conocía.
Algo que también pasa es que, en los últimos tracks (¡son más de 20!), el disco se va como desintegrando, empiezan a aparecer momentos instrumentales que se sienten muy improvisados o como un collage. Se repite versionado un tema, que ni siquiera es una versión sino un demo, y cierra con un instrumental medio feo sobre el que suenan diálogos de una película de Luca Prodan. Inesperado.
Siento que el concepto del disco es uno, y, en los últimos tracks, que toman otra dirección y se sienten extraños respecto de lo que se venía escuchando, eso que se había construido a lo largo del correr de las canciones empieza a desdibujarse, como si fuese decir «hicimos esto al 100%, como queríamos, pero por delante hay más opciones». Yo escribo, y esa idea de crear dentro de una idea y luego ir para otro lado al final, como una manera de cerrar el camino para no volver en vez de intentar algo perfecto que esté siempre en el mismo nivel y con el mismo tono, influyó mucho en mi manera de escribir y armar un libro, ahora que lo pienso.
Compré Otro rosa apenas un tiempito después de que salió, a $8 en Musimundo, parece poco y en ese momento también lo era. No sé cómo será la historia detrás de esa anomalía del mercado que me cruzó la vida, el precio usual para un disco nuevo en el momento era $22. Iba bastante a ese lugar porque estaba cerca de casa y tenía unos displayers donde podías escuchar gratis las últimas novedades musicales en CD con unos auris bastante mejores que el promedio de aquel tiempo. Me acuerdo, por ejemplo, de cuando salió Hijos del culo, de la Bersuit, el tema “Señor Cobranza” sonando por todos lados, la Rock&Pop todavía en su auge, gente haciendo fila para los displayers y cuando nos tocaba y escuchábamos, nos mirábamos y decíamos «guau, al fin alguien dice esto». Sí, Hijos del culo fue shockeante para nuestra inocencia política de clase media early 2000s pero para mí a los meses dejó de existir. Otro Rosa, un disco que Martí hizo a sus 22 años y que debo haber escuchado por primera vez a los 19, me pidió al comienzo que abra la cabeza y el corazón, era mucho en todo sentido, pero por algún motivo no dejé de intentarlo y el resultado es este, estoy en un café escribiendo esto y cuando salga me voy a ir a caminar y darle play, con todas las ideas que junté para la nota ya escritas, solo porque me dieron ganas. ¡Gracias!